El caso es que lo que yo quería hoy es una entrada optimista. ¿Por qué? Muy fácil. Porque es día 31 de Diciembre. El día en el que toca hacer balance del año que termina, en el que sale un interminable número de listas (desde el mejor disco del año hasta la mejor caída en directo, como si al año siguiente te fueras a acordar), en el que cruzas los dedos por no atragantarte con las uvas y en el que se hace competición por ver quién tiene el propósito de año nuevo más extravagante.
Empezaré con un breve balance. Hay que reconocer que ha sido un año medianamente trascendente: empezamos el blog, empezamos la universidad, empezamos a conducir...las dos terceras partes (ejem, Lorena). No ha sido perfecto, pero no ha estado nada mal.
Optimista. Respecto al nuevo año. Yo sólo le pido una cosa: que me sorprenda. A ser posible, de forma grata, a nadie le gustan las sorpresas desagradables. Tengo planes, como todo el mundo, pero también un margen para acontecimientos imprevisibles que maltrate mi rutina.
Optimista. Porque, sinceramente, no se me ocurre mejor momento para llenarse de buenos presagios que el primero del año.
Y por último, de parte de la "trinidad bloguera"...