29 de enero de 2009

¿Quién dijo que la poesía era aburrida?

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A UN HOMBRE DE GRAN NARIZ

Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
Quevedo (Para Luis de Góngora, con amor por supuesto)
***
Verás entre meadas y meadas,
más meadas de todas las larguras:
unas de perros, otras son de curas
y otras quizá de monjas disfrazadas.
Las verás lentas o precipitadas,
tristes o alegres, dulces, blandas, duras
meadas de las noches más oscuras
o las más luminosas madrugadas.
Piedras felices, que quien no las mea,
si es que no tiene retención de orina,
si es que no ha muerto es que ya está expirando.
Mean las fuentes... por la luz humea
una ardiente meada cristalina...
y alzo la pata... pues me estoy meando
Alberti
***
Sonsonete de la Coca-Cola

Me basta ver la coca-cola,
ese vomitivo invasor,
para morirme de dolor
lejos de mi tierra española.

Cuando bebida tan extraña
veo orinar en una botella,
grito alto: ¡Me cago en ella!
¿Qué hago yo aquí lejos de España?

Y si en la farra disoluta
llego a beberla alguna vez,
grito más alto: ¡Hija de puta!
¿Qué hago tan lejos de Jerez?

Me basta ver la coca-cola,
ese pis norteamericano,
para correr fusil en mano
a salvar mi tierra española
Alberti

1 Comentarios:

  • 30 de enero de 2009, 13:24
    Anónimo says:

    El poema que has puesto de Quevedo es uno de mis favoritos ^^

    Isis

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